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Conversaba hace poco con mi fotógrafa de cabecera, Martínez Carreño, acerca del significado de la fotografía, de su democratización, de la dificultad de la cámara para captar lo que ve el ojo humano.  También hablábamos de las bondades y del abuso del retoque fotográfico, de los gustos de cada autor, de la sobreexposición o difusión del portafolio de fotógrafos o fotógrafas que tanto proliferan y que resultan alto prolíficos en esta era de lo digital.

En mi caso, asumido el carácter neófito e instrumental de mis fotografías, considero más importante la mirada que el efecto y antepongo el lenguaje poético o el mensaje que la fotografía representa al efecto o al dominio de la técnica. Consideración ventajista a todas luces dadas mis dificultades para buscar otros registros más allá de los que me ofrecen los modos automáticos de mi modesta cámara fotográfica.

Sin embargo, he comprobado y compruebo que el lenguaje visual amplifica las posibilidades pedagógicas, pudiendo servir la evocación fotográfica como vía de desarrollo de competencias diversas y de diferentes objetivos de aprendizaje.

En el curso “Enseñar a emprender. Salvando Estereotipos” recurro a Catalá Roca, uno de mis fotógrafos preferidos, para intentar trasladar al aula el cambio del entorno en una población andaluza como Vejer de la Frontera. Lo hacía mediante su fotografía Carbonerillo. Los resultados en el aula resultan magníficos, según trasladan docentes que participan en esta acción formativa como alumnado.

Podríamos apoyarnos en Chema Madoz u Ouka Leele y su fotografía simbólica para hablar de creatividad y de pensamiento lateral, en Oriol Maspons o Catalá Roca para hablar de aquella España que fue y a la que nos empeñamos en volver, en Robert Capa para comprender el origen bélico de este proceso de integración que llamamos Unión Europea y que ahora se resquebraja.

Sin duda, merece la pena profundizar en las distintas posibilidades que nos brinda esta táctica pedagógica.

Humanos de Oriol Maspons

Humanos de Oriol Maspons

Como aquellos intelectuales que habitaban el Café Gijón para alimentar sus historias o sus guiones de cine (como los del gran Azcona), uno observa la cámara como una herramienta que permite armar la mirada.

Es mirando el momento que ha fijado la fotografía como se pueden descubrir universos que se apoyan en lo que mira nuestro ojo y en lo que amplifica nuestra cámara para llegar a conexiones e interpretaciones que nos permiten deducciones o conexiones interesantes.

Si antes fue Carbonerillo, hoy una comparativa entre una fotografía de una sastrería tomada por Catalá Roca y otra tomada en el Barrio Latino de París a una sucursal de Louis Vuitton por quien esto escribe nos permitiría hablar de los cambios de tendencia en la moda (del trabajo de sastrería al prêt-à-porter), de la importancia del escaparatismo y de la educación del gusto.

Escaparetes (Caralá Roca y quien esto escribe)

Escaparates (Catalá Roca y fotografía propia)

Si no, siempre nos quedará revisar el archivo fotográfico de Catalá Roca y disfrutar de la atmósfera de un tiempo que fue y que él tan bien ilustró. Si no, siempre nos quedará hablar de París y de esa atmósfera que nos abduce a quienes siempre prometemos volver.

Eso sí, como siempre, salvando tópicos y estereotipos.