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Hace ahora dos años, el director de un taller de empleo me comentaba la impresión que le había causado el hecho de que una alumna de dicho taller renunciara a una oferta de empleo. Su estupor no venía causado por la renuncia sino por la forma de motivarla. Sencillamente, su novio no estaba de acuerdo.

En los últimos meses, contrastando información con el profesorado, compruebo su desazón por la observación de una involución en materia de igualdad. Que si son los medios, que si es por causa de El Arrebato,…

No tengo el gusto de conocer a El Arrebato, se ve un hombre afable y el himno del Sevilla le quedó perfecto, pero aquello de “Búscate un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera” merece ser revisado. Ante este pareado el «así planchaba, así, así,…» se convierte en una simpleza.

La autoconfianza es una actitud fundamental de la persona que emprende. Sin embargo, quedan resquicios de actitudes que relegan a la mujer a un segundo plano. Una profesora de secundaria me indicaba que ella veía en esta involución una búsqueda de una falsa protección en la pareja.

Hace unas semanas, hablando con la pequeña Paula, le indicaba que lo más importante es que nunca nadie le impusiera nada. Que ella, única y exclusiva, siempre decidiera.

Un día después le invitaba a escuchar una canción (pulsamos sobre la imagen), canción que propongo para evocar la necesidad de autoconfianza. Esa autoconfianza que ganaron nuestras madres y que deberían refrendar nuestras hijas.

Por cierto, Paula ya canta el estribillo: “Tengo, tengo, tengo y si no me lo invento,…”

Tengo, tengo (Pastora)

Tengo, tengo (Pastora)