Es cierto que tengo cierta tendencia a mirar al cielo, a observar las nubes, que me gusta atravesar Andalucía, que a veces me levanto cuando apenas he encontrado el calor de las sábanas, que cuando paseo a veces me vuelvo al escritorio repentinamente,…
A menudo, quienes me rodean me indican que si estoy en este mundo. Aún recuerdo cuando al volver de la facultad, llegando a la plaza granadina de Gran Capitán, mi mejor amigo me cogió de la pechera y me preguntó de forma vehemente si le estaba escuchando. A mi mejor amiga agradecí en el prólogo del libro en el que se convirtió mi tesis doctoral que soportara mis ausencias, tanto las físicas como las mentales. Continúo agradeciéndole que aún las soporte, sobre todo las mentales.
En las nubes, en la ruta, en el inicio de un sueño, en el paseo (tremendos los de Unamuno o Machado), bajo la ducha o en cualquier otro lugar podemos encontrar nuestro momento creativo.
A vueltas con la creatividad, leía este fin de semana un artículo acerca de la importancia de la creatividad en el sistema educativo. En el mismo, reiterando el debate mantenido desde hace algunos años, se indicaba que era necesario invitar al pensamiento divergente (sir Ken Robinson es el gran abanderado), no ceñirnos a las reglas, no exigir única y exclusivamente los contenidos del temario; incluso, permitir ponerlos en duda.
A todo ello, el psicólogo José Antonio Marina rebate, indicando que no se puede dejar de la mano del pensamiento divergente la transmisión de conocimientos, siendo necesario reclamar la posición del pensamiento convergente. Según Marina es necesario comprender conceptos, articulados como temario.
Desde mi punto de vista, en ningún caso experto, no se trata de poner en guerra al pensamiento convergente contra el pensamiento divergente, o viceversa; ni de poner en guerra el hemisferio derecho contra el hemisferio izquierdo, o viceversa.
Esta noticia se cruzó en mi camino cuando había decidido dedicar esta entrega a momentos creativos singulares. Probablemente, el que más poderosamente me ha llamado la atención es el del controvertido Salvador Dalí, icono del surrealismo, quien atribuía a imágenes hipnogógicas (imágenes producidas por el sueño) la creación de su cuadro Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano de cola. El propio autor en un texto titulado “El mito trágico del Angelus de Millet” recrea el origen de la obra:
“En 1932, a la hora de acostarme, veo el teclado azulado, muy brillante, de un piano cuya perspectiva me ofrece una disminución de una serie de pequeñas aureolas amarillas y fluorescentes rodeando la cabeza de Lenin”
El propio Dalí comenta en otra ocasión como sujetaba con una mano un tenedor y se sentaba apoyando su mano en el respaldo de la silla, situando bajo la vertical de la mano que sostenía el tenedor una vasija de cobre. El objeto de aquel ritual no era otro que provocar imágenes hipnogógicas, gracias a la caída del tenedor sobre la vasija al ser vencido Dalí por el sueño. Dada la capacidad de autopromoción de Dalí, resulta difícil distinguir qué hay de verdad y qué hay de leyenda en esta historia.
Retomando el debate pensamiento convergente-pensamiento divergente, con el que introducía esta entrega, merece la pena volver al universo creativo pictórico y comprender a través de la trayectoria de Picasso que para pensar de forma divergente es preciso dominar el pensamiento convergente. Cuando hace dos años visitaba con mi familia el Museo Picasso de Barcelona comprendí lo indicado por Pablo Picasso:
«De niño aprendí pronto a pintar como Rafael y, sin embargo, he tardado toda la vida en aprender a pintar como un niño».
Al igual que Picasso, iniciado a la pintura por su padre, profesor academicista de Bellas Artes, Dalí cuenta con una vasta formación. No en vano, fue uno de los insignes residentes de la Residencia de Estudiantes, en la que compartió espacio con García Lorca y Buñuel, entre otros.
Se trata, sin duda, de hacer uso de los conocimientos para intentar ser más creativos, de conectar ambos hemisferios del cerebro, de converger para poder ser más tarde divergentes.
Para estos casos es aconsejable leer, levantar la mirada para ver las nubes, iniciar el sueño, pasear, ducharse, viajar, escuchar,…
No se conocen contraindicaciones, únicamente puede sucederle que la creación se quede en solo un sueño.