A primera hora de la mañana, En Vadillo-Castril, en el corazón de la Sierra de Cazorla esperaba, junto al equipo de grabación, a Juan Antonio Marín, gerente de la Asociación de Desarrollo Rural Sierra de Cazorla.
Admirados por la belleza y quietud del lugar, planificábamos una mañana intensa, somnolientos aún por la grabación de los conciertos de Bluescazorla y prestos a tomar las primeras imágenes del día, recursos que servirían para dar testimonio del potencial paisajístico del lugar en un corto documental referido a la estrategia de la ADR Sierra de Cazorla para la puesta en valor de los recursos madereros.
Juan Antonio, magnífico en su papel de cicerone, nos presenta a Antonio Carrasco, gerente de Alma GAIA, empresa concesionaria de la explotación del CiCum (Centro de Interpretación de la Cultura Maderera). Este centro, auténtico en su concepción, registra la historia del centro de transformación que RENFE mantenía en Vadillo-Castril para la producción de las traviesas de madera que servían a la red ferroviaria. Es el hormigón el material que sustituye a la madera en esta función, en una especie de metáfora de la relación urbano-rural, provocando con ello que la población de este anejo de Cazorla se viera abocada a emigrar.
Posteriormente, en primera persona, Juan Antonio nos habla del diagnóstico que realizan para detectar los posibles usos de la madera, refiriéndose a la salida inexorable de la madera de la comarca como factor de pérdida de valor añadido comarcal y hablando de los objetivos alcanzados con el Proyecto de Cooperación EURENERS, de cara a la sostenibilidad medioambiental y al aprovechamiento de los recursos madereros.
Es la ADR Sierra de Cazorla un Grupo de Desarrollo Rural con estrategia, motor de innovación en la comarca y estímulo de sinergias entre diferentes agentes locales, también promotor de redes de apertura que tanto bien hacen a los espacios rurales. El desarrollo rural, a diferencia de otras políticas, no ha de evaluarse de forma conjunta, siendo higiénica y necesaria una evaluación de la política de desarrollo rural de cada Grupo de Desarrollo Rural, detectando buenas y malas prácticas, promoviendo e incentivando el buen desempeño y corrigiendo o penalizando la mala gestión.
En todo lo observado en las primeras horas de la mañana habíamos identificado elementos suficientes para evaluar la bondad del proyecto de puesta en valor de los recursos madereros. Sin embargo, cerca del mediodía nos desplazamos a Cazorla, población que se encontraba inmersa en la celebración de su afamado festival Bluescazorla. La jornada nos depara un encuentro que nos permite certificar el calado de un proyecto de esta envergadura.
En Cazorla, con la música de Burning de fondo, entrevistamos a Beatriz Segura Plaza. La entrevista se desarrolla bajo una de las pérgolas de madera diseñadas por esta joven arquitecta, natural y residente en Peal de Becerro, población donde se localiza su estudio profesional.
El aplomo de Beatriz, el rigor de sus argumentos, la defensa de la puesta en valor de la madera como elemento clave de desarrollo local, evidencian el margen de desarrollo que las comarcas rurales plantean para jóvenes profesionales que se diferencien por la excelencia de su desempeño, también la importancia de favorecer liderazgos por parte de personas de la cualificación y determinación que observamos en Beatriz.
Al saber de mi origen almeriense, Beatriz me habla de su proyecto de construcción sostenible y bioclimática en la localidad de Almócita, circunstancia que aprovecho para informarle acerca de los proyectos que la ADR Alpujarra-Sierra Nevada Almeriense promueve para la mejora de los espacios públicos en los núcleos urbanos de la comarca.
En el proyecto observamos innovación, promoción de sinergias, mejora del capital social rural, fomento de la actividad económica, mejora de la calidad de vida vía habitabilidad y mejora del paisaje urbano, contribución a la mitigación del cambio climático, mejora del capital cultural rural, liderazgo femenino y joven de la iniciativa…
Son tantos los impactos observados que la evaluación de las acciones resultan una baza para seguir defendiendo, apostando y promoviendo la revolución silenciosa que muchas Asociaciones de Desarrollo Rural han llevado a los espacios rurales andaluces.
Al aprovechar la narrativa para evaluar el programa de desarrollo rural de la ADR Sierra Cazorla confirmamos que sí, que esto sí es desarrollo rural. Una fórmula que, tras más de veinte años, demuestra que, más allá de etiquetas, los territorios rurales vienen mostrándose inteligentes, gracias a la labor de personas como Antonio Carrasco, Juan Antonio Marín o como Beatriz Segura Plaza.