Es habitual asistir a estrategias de comercialización que nacen huecas al no estar sustentadas en un proceso de creación y desarrollo de un producto o servicio. Este error se observa con cierta frecuencia en el desarrollo de la oferta de servicios turísticos.

Son muchas las comarcas y tantas las poblaciones que ofrecen un destino sin contar con producto turístico alguno que ofrecer a la demanda potencial, al turista potencial.

Sin embargo, hemos asistido en la última década a políticas de promoción desmedidas que comercializaban expectativas que pocas veces se cumplían o que pocas veces se buscaban por parte del público objetivo. Entre estas iniciativas se encuentran asistencias a ferias turísticas, cuanto más internacionales mejor, soportes gráficos varios e incluso, en ocasiones, planes de comunicación con poco mensaje que transmitir.

Y en esto, llega la era social media y toca replicar y reproducir mensajes que no siempre cuentan con una mínima elaboración, a la vez el nivel de exposición al criterio y la crítica de la clientela es mayor, siendo imposible controlar cualquier proceso de crítica. Toca entonces revisar el rastro dejado, será la calidad de este rastro la que determine la reputación digital, reputación que será mayor en tanto en cuanto sea mayor la reputación real.

A este defecto fundamental se une una incorrecta selección de recursos turísticos, a veces ni siquiera lo son, y la torticera insistencia en la puesta en valor de estos supuestos recursos. Valorización que no siempre se consigue, bien por las deficiencias de la valorización, asociadas a tácticas erróneas de interpretación de los recursos; o bien por el bajo valor turístico del recurso seleccionado.

Es un defecto de inteligencia renunciar al valor de lo intangible. No en vano, la interpretación que realizan las personas es un intangible, siendo uno de los principales valores incorporados al producto turístico, asegurando además un plan de uso futuro de los recursos puestos en valor. Este valor de lo intangible se amplifica con el buen uso de las nuevas tecnologías asociadas a la interpretación.

De todos modos, aunque no hayamos seleccionado el recurso correctamente, aunque su puesta en valor sea deficiente, aunque no contemos con posibilidades de interpretación, siempre quedará la posibilidad de crear un Social Media Plan para comunicar la pésima gestión de los recursos destinados al desarrollo turístico de nuestros territorios.

Social Media sin mensaje

Social Media sin mensaje

En definitiva, vuelve a plantearse la disyuntiva entre la creación y la especulación.

2 comentarios
  1. Jose Luis UClés
    Jose Luis UClés Dice:

    Reflexión necesaria que ojalá llegase a los oídos adecuados.
    Es tristemente habitual encontrarse con personas en puestos de responsabilidad —tanto en las distintas administraciones como en la empresa privada— que atribuyen a las redes sociales poco menos que poderes sobrenaturales.
    En el caso de la oferta turística esto se evidencia por el afán que tienen en promocionar en las redes productos turísticos deficientes cuando no directamente inexistentes.
    Más de una vez he experimentado en mi empresa cómo para poder concretar acciones online hemos tenido primero que intentar definir lo que se pretende promocionar porque el cliente no tiene ni idea (y lo peor es que cree que no le hace falta alguna).
    En ese punto empezamos a meternos en el diseño de servicios de mala manera, por la puerta de atrás y cuando ya el desastre es poco menos que irreversible.
    Hace poco leí una frese que venía a decir, poco más o menos, que si tienes una porquería de producto meterlo en redes sociales solo ayudará a expandir su mal olor. Y esto, en el sector turístico es, además de cierto, un agujero negro para parte del dinero de nuestros impuestos.

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