Mis hijos suelen preguntarme acerca del motivo que lleva a considerar una fecha como día de… Hay un día de la paz, un día de los enamorados, un día del alzheimer y hoy, quince de octubre, es el día de la mujer rural.
Respondo a mis hijos que en ocasiones estos días atienden a un hecho histórico, en otras ocasiones a una motivación comercial (hoy es el día de los enamorados que diría la canción) y en otras ocasiones a cuestiones de agenda.
¿De agenda?, preguntan al unísono estos críticos precoces (un futuro peligro para la sociedad)
Sí –les repondo. A la necesidad que tiene la clase política y cierta tecnocracia de mezclarse con la sociedad civil. La clase política y la tecnocracia en un viaje siempre de vuelta, en ocasiones de ida, acude a la cita obligada al espacio rural. En algunas ocasiones, más bien raras, el acto protocolario se sustituye por alguna conferencia o mesa redonda en la que la corte política hace desfilar sus modelos oficiales en inauguración breve y desencajada, antes de abandonar la escucha atenta de un contenido que pudiera serle de utilidad.
Inevitablemente, Manolo Morán y Pepe Isbert parecen reencarnarse, ahora no en balcón pero sí en mesas con centros florales (según presupuesto).
Al margen del boato y del carácter testimonial de estos días, uno está convencido de la necesidad de poner acento en la importancia de la mujer en el desarrollo de los espacios rurales, unos espacios que tienden a ser para ellas hostiles, en pocas ocasiones munificentes.
En otras ocasiones he hecho referencia a empresarias (Santi Sánchez Porcel, como en tantas cosas, es un ejemplo) o a innovadoras históricas (la Colchona y su relación con los mantecados es una debilidad personal). En la recámara quedan para el futuro casos como el de la neorural, ecléctica y genial Eli Expósito Torres o el de Pepi, copropietaria de la Granja Escuela La Subbética en Priego (Córdoba). Son tantos los casos, que es difícil seleccionarlos como ejemplos.
Sin embargo, cuando se habla de la mujer rural pocas veces se ensalza la figura de la médica, de la veterinaria, de la maestra o de la profesional liberal que ha decidido residir en el espacio donde trabaja.
Es entonces cuando a uno le apetece hablar de la historia de una boticaria que ya de pequeña trabajaba ayudando en negocios familiares, que trabajaba de cajera de un supermercado antes de afrontar un riesgo elevado, persiguiendo su pasión o elemento. La farmacéutica rural combina la gestión de un negocio con la prestación de un servicio en un espacio sin apenas servicios y que intenta que el lugar donde vive sea una opción para la residencia futura de sus hijos.
Las actitudes de la persona emprendedora se despliegan como un atlas (de nuevo Serrat) y las habilidades de organización, comercialización, comunicación, gestión del conflicto, cooperación afloran con rotundidad, sirviendo de ejemplo en cualquier estudio de caso.
Mis hijos reconocen el ejemplo y uno solo intenta enfatizarlo, subrayarlo, destacarlo al fin y al cabo, porque no es necesario hacer visible lo evidente, lo cercano o lo interiorizado.
Mientras, a uno no le apetece celebrar el día de la mujer rural dando una conferencia o asistiendo a otro acto protocolario, celebrándolo como cada año, poniendo mis ojos, mi mano y mi voz en su costado, mientras que intentamos explicar a nuestros hijos que yo trato lo que tiene importancia y ella todo lo importante.
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