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Si bien el otoño estacional parece en estas latitudes replicar el bochorno que la sociedad padece en su conjunto, sea cualquiera el macroentorno considerado (global, político, legal, económico, sociocultural,…), también es cierto que invita a desestacionalizar las prácticas de ocio y la oferta turística.

Ante lo gris del panorama, más bien tirando a marengo, es el momento de hablar de casos que resultan próximos y que merecen ser analizados para explicarlos en el aula.

En esta entrega la referencia es Enrutados, estudio de caso que documento en la actualidad, permitiéndome  vincular la creación de productos turísticos con la cultura emprendedora, materias consustanciales.

Juanjo, Julio y Pablo, como siempre el orden de los factores no altera el producto, cooperan en el desarrollo de esta iniciativa que yo catalogaría dentro del movimiento slow emprende. Enrutados es un negocio que hace de la sostenibilidad su bandera, respetando y poniendo en valor el medio en el que desarrollan su actividad, considerando la cooperación en sentido amplio, fuera de fórmulas encapsuladas.

Cerca del canal de las conchas

Cerca del canal de las conchas

La idea de negocio parte de su afición por la bicicleta, de su defensa decidida de otra forma de movilidad, pero además ven las posibilidades que tienen espacios como Las Salinas de Roquetas de Mar o el Puerto de Roquetas de Mar, aderezando el trayecto con explicaciones que giran alrededor de la fauna, la flora, la geología, la historia, la arqueología industrial,… A ello contribuye la sólida formación de cada uno de los componentes de Enrutados.

Además, consideran diferentes segmentos: didáctico, familiar, escapistas, oferta complementaria del turismo de sol y playa. Incluso plantean la posibilidad de celebraciones de cumpleaños, fórmula original y enriquecedora.

Juanjo, de Enrutados, explica el origen de Las Salinas, mirando a Sierra de Gádor

Juanjo, de Enrutados, explica el origen de Las Salinas, mirando a Sierra de Gádor

El sabor salado de las hojas de limonium, la Sierra de Gádor reflejada en el agua de Las Salinas, el sonido de las aves, el color rosáceo de los flamencos, la Torre de Cerrillos, la sal cristalizada, los contrastes del lentisco, las sabinas o las sosas alacraneras,… También, la historia de una tierra colonizada y de su expansión agraria.

Sí, se trata de experiencias (de ocio o turísticas) que se magnifican cuando dos días después son recreadas por una pequeña de ocho y un preadolescente de doce.

Es entonces cuando el gris, que tiende a marengo, se torna azulado, cuando el ocio se convierte en negocio y cuando uno descubre que en este sur, nuestro Sur, las bicicletas no solo son para el verano.

Es habitual asistir a estrategias de comercialización que nacen huecas al no estar sustentadas en un proceso de creación y desarrollo de un producto o servicio. Este error se observa con cierta frecuencia en el desarrollo de la oferta de servicios turísticos.

Son muchas las comarcas y tantas las poblaciones que ofrecen un destino sin contar con producto turístico alguno que ofrecer a la demanda potencial, al turista potencial.

Sin embargo, hemos asistido en la última década a políticas de promoción desmedidas que comercializaban expectativas que pocas veces se cumplían o que pocas veces se buscaban por parte del público objetivo. Entre estas iniciativas se encuentran asistencias a ferias turísticas, cuanto más internacionales mejor, soportes gráficos varios e incluso, en ocasiones, planes de comunicación con poco mensaje que transmitir.

Y en esto, llega la era social media y toca replicar y reproducir mensajes que no siempre cuentan con una mínima elaboración, a la vez el nivel de exposición al criterio y la crítica de la clientela es mayor, siendo imposible controlar cualquier proceso de crítica. Toca entonces revisar el rastro dejado, será la calidad de este rastro la que determine la reputación digital, reputación que será mayor en tanto en cuanto sea mayor la reputación real.

A este defecto fundamental se une una incorrecta selección de recursos turísticos, a veces ni siquiera lo son, y la torticera insistencia en la puesta en valor de estos supuestos recursos. Valorización que no siempre se consigue, bien por las deficiencias de la valorización, asociadas a tácticas erróneas de interpretación de los recursos; o bien por el bajo valor turístico del recurso seleccionado.

Es un defecto de inteligencia renunciar al valor de lo intangible. No en vano, la interpretación que realizan las personas es un intangible, siendo uno de los principales valores incorporados al producto turístico, asegurando además un plan de uso futuro de los recursos puestos en valor. Este valor de lo intangible se amplifica con el buen uso de las nuevas tecnologías asociadas a la interpretación.

De todos modos, aunque no hayamos seleccionado el recurso correctamente, aunque su puesta en valor sea deficiente, aunque no contemos con posibilidades de interpretación, siempre quedará la posibilidad de crear un Social Media Plan para comunicar la pésima gestión de los recursos destinados al desarrollo turístico de nuestros territorios.

Social Media sin mensaje

Social Media sin mensaje

En definitiva, vuelve a plantearse la disyuntiva entre la creación y la especulación.